17/07/09

Pese a la movilidad del colchón que resultaba ser pésimo, mi cuerpo obtuvo el descanso necesario para el día que nos esperaba. Despertamos no muy temprano y nos marcamos un claro objetivo, llegar al “Tower Bridge”.

Nos atrevimos a ir andando (que en buena hora) desde “Picadilly” hasta el puente en cuestión, que más o menos así a ojo será como cruzar tres veces Bilbao. Caminando y caminando y parecía que el puente se estaba alejando, no llegábamos nunca, de hecho nos dio hasta la hora de comer.

Tras recobrar energías el puente ya quedaba más cerca. Es un puente increíble, sus dos torres simétricas y su pasarela que aún hoy en día sigue funcionando.

Después de cruzar por el puente nos dirigimos a cumplir el siguiente objetivo del día, ver a los “Beefeaters”. Nos habían dicho que estaban en la “Casa Torre” que está muy cercano al puente. Nos esperábamos otra clase de guardias, los típicos del sombrero alto de pelo, pero no fue así.

No nos podíamos ir de Londres sin “disfrutar” de la lluvia inglesa y poco después comenzó a llover fuerte. Decidimos ir al museo de cera, para ello cruzamos media ciudad en el carísimo metro londinense hasta dar con el “Madame Tussauds”. Contemplamos atónitos su interminable cola la cual nos toco aguatar con lluvia, nos consolamos pensando en que en Londres todas las distancias eran largas…

Pese a lo caro del museo, la entrada merece bien la pena, toda clase de famosos, pasaje del terror, hasta paseo en vagón!

Al acabar, no se nos ocurrió otra cosa que volver andando. Una nueva caminata más hasta que dimos con la “Regent Street”, un calle enorme en la que se encuentran todos y toda clase de negocios.

Volver a Picadilly y al albergue me produce un enorme alivio, un descanso rápido antes de cenar y una vuelta por la zona y a descansar, que nos tocaba recorrer todo el camino a la inversa e intentar llegar a… París.