El sonido de un despertador a las 05:00 de la mañana deja aturdido a cualquiera. Algo cansados salimos del “Elf Hostel” para en tan solo dos paradas de metro plantarnos en la estación central de Praga.
El desayuno lo hicimos esta vez a bordo del vagón restaurante del tren. A poco que cruzas la frontera alemana, te das cuenta que entras en un país diferente, simplemente con mirar sus vías y las estaciones de paso como la de Dresde caes en la cuenta que es un país más avanzado, y lo confirmas cuando llegas a la estación central de Berlín, un complejo que te deja sin palabras.
Después de recolectar información, cogimos el tren citadino hasta nuestro “nuevo barrio” del “Hostel BaxPax Downtown” que más que un albergue, parece un hotel de camas humildes.
Berlín nos resultó una sorpresa, llevábamos la idea de que con ver la “Puerta de Brandenburgo” y el “Muro” habíamos cumplido, pero estábamos equivocados. Berlín es una ciudad nueva y muy creativa.
Después de ver la famosa puerta, decidimos que lo mejor para poder conocer mejor la ciudad era pedaleando. Alquilamos dos bicis para cuatro horas, en ese tiempo nos dio para ver sus lugares más significativos como, su catedral, el monumento a la independencia y el monumento a los judíos entre muchos otros (ojo con subirse encima de los cubos).
Dimos la vuelta a la ciudad para encontrar los pocos restos que quedan del famoso “Muro de Berlín.
Antes de volver al albergue regresamos al centro de la ciudad para devolver las bicis, hicimos un descanso hasta la hora de cenar. Aparecimos sin saberlo, en el local más famoso del plato típico de salchichas con patatas (bajo un túnel), sin duda las mejores que podrás probar. Rato de relax en el bar del albergue y la mente puesta en el país de los tulipanes antes de ir a la cama.
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